miércoles, 22 de mayo de 2019

El brazo perdido de Laocoonte

" Cuenta la historia, en la que mito y realidad se funden, a base de ser repetida, que en una mañana del frío invierno de 1506, en un viñedo propiedad de Felice de Fredis situado en la colina del Esquilino de Roma, sobre lo que en época antigua había sido el palacio de Tito y anteriormente la Domus Aurea de Nerón, apareció lo que parecía una escultura de época clásica. La noticia corrió por Roma y llegó hasta oídos del papa Julio II que rápidamente mandó allí, para valorar el descubrimiento, a dos de sus mejores artistas: Sangallo Miguel Ángel.
Cuando Sangallo y Buonarroti llegaron a lugar no podían creer lo que veían, al contemplar aquella maravillosa pieza de  mármol cubierta de tierra sucia, el arquitecto Giuliano da Sangallo exclamó: “¡Este es el Laocoonte que mencionaba Plinio!”. Efectivamente se trataba de la escultura que el escritor romano vio en el palacio del emperador Tito y de la que decía en su Historia Natural “debe ser situada por delante de todas, no sólo del arte de la estatuaria sino también del de la pintura. Fue esculpida en un solo bloque de mármol por los excelentes artistas de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenodoro y representa a Laocoonte, sus hijos y las serpientes admirablemente enroscadas”. Los artistas impresionados por aquella potente escultura recomendaron al Papa que la comprara. Aunque la obra no está realizada en un solo bloque, tal y como aseguraba Plinio el Viejo, nadie dudó de que se trataba de la legendaria escultura.

Cuando la escultura fue descubierta, no se conservaba entera, su aspecto debía ser el que nos muestra un grabado de Marco Dente realizado pocos años después del hallazgo y que se conserva en el  Metropolitan de Nueva York: la obra había perdido algunas de sus partes más frágiles como los brazos de los hijos de Laocoonte,  pero sobre todo faltaba el potente brazo derecho del padre, cuya postura determinaba de manera decisiva la composición de la escultura. Pronto comenzaron las especulaciones sobre cómo debía de ser el miembro amputado y sus restauraciones.  Había quien opinaba que el brazo debía de estar doblado, como el propio Miguel Ángel (al que se atribuye un brazo que se conserva en los museos Vaticanos) o Amico Aspertini, que realizó un dibujo con esa posición,   y los que defendieron que el brazo original debía de estar extendido. Cada uno de los artistas que reinterpretó el grupo colocó el brazo en una posición diferente, algunos con más acierto que otros… como veremos.
En 1520 Baccio Bandinelli realiza la primera reconstrucción del brazo de Laocoonte empleando cera, esta reposición se perdió, pero sabemos como era porque Bandinelli realizó una reproducción del Laocoonte (con su brazo añadido) que hoy podemos ver en la galería de los Uffici de Florencia. Bandinelli reconstruye el brazo de Laooconte ligeramente flexionado consiguiendo una buena composición. Vasari en sus Vidas dice de la reconstrucción del brazo que ” se parecía tanto a los antiguos trabajos en los músculos, en el  vigor, y en la forma, y armonizada con ella tan bien, que mostró cómo Baccio entiende su arte” .
Parece ser que el brazo de cera se debió de deteriorar con rapidez pues solo once años más tarde Montorsoli, un ex asistente de Miguel Ángel, modela un nuevo brazo, esta vez en terracota. Y claro, modifica de nuevo la posición del brazo levantándolo y separándolo de la cabeza. Esta modificación hace que la obra parezca algo más inestable ya que refuerza la diagonal de la pierna, tal y como nos muestra el grabado de Thomassin Simon realizado en 1694.
La propuesta de Montorsoli  fue la que conocieron los que vieron el Laocoonte hasta que en 1725 Agostino Cornacchini  modifica de nuevo los brazos del Laooconte y el hijo menor, en este caso  emplea como material el mármol y levanta ambos brazos en exceso. Se trata de una de las propuestas menos acertadas, tanto es así que en 1819 el escultor neoclásico Canova modifica de nuevo el brazo de Laocoonte, su interpretación es muy cercana a la que hizo Montorsoli en 1531…
Toda esta lista de restauraciones llega a su fin con una de esas casualidades casi increíbles. En 1905 el arqueólogo  Ludwig Pollac localiza el brazo original del Laocoonte en una vieja tienda de antigüedades  de  la Vía Labicana, a pocos metros de donde la escultura fue encontrada 400 años antes… y claro el final de esta historia es de sobra conocido: el brazo estaba flexionado como había defendido Miguel Ángel.
El brazo se añadió a la escultura, al tiempo que se eliminaban todos los añadidos anteriores, en una restauración realizada entre 1957 y 1960 por Filippo Magi.
Los interesados en profundizar más en la complicada historia del Laooconte, sus hijos y sus restauraciones pueden hacerlo aquí (en ingles)."

Escrito por Iván el Miércoles, 12 de mayo del 2010 a las 19:23



 

jueves, 9 de mayo de 2019

" ENTRAMOS EN LOS TALLERES DEL PRADO Y DEL THYSSEN "

Así trabajan los restauradores de obras de arte de museos españoles

Barnizan, limpian y cuidan las obras que posteriormente se exponen en los museos más importantes de nuestro país. Pero en ocasiones también redescubren la historia de estos cuadros. Son los cirujanos del arte.



antena3noticias.com | Madrid | 16/12/2018
España tiene algunos de los mejores talleres del mundo para la restauración de obras maestras de la pintura. Son laboratorios donde científicos, artistas y expertos digitales devuelven el esplendor a trabajos con hasta cinco siglos de vida.
Pero no solo limpian la pintura. A veces hacen descubrimientos que cambian la historia del arte.
Entramos a conocer los talleres del Museo del Prado y del Thyssen. En estos laboratorios se han analizado y examinado miles de obras de arte.
Hasta estos laboratorios se han trasladado miles de obras de arte para que la conexión con el espectador una vez que la obra está expuesta sea total: "En ocasiones el cuadro está perfectamente estabilizado pero las capas de barniz y suciedad impiden una correcta comunicación con el espectador", explica Enrique Quintana, director de Restauración del Museo del Prado.
Pero su trabajo no consiste solo en restaurar. Sus estudios de las obras son tan exhaustivos que, en ocasiones, también redescubren la historia.
"Con 'La Gioconda' del Prado descubrimos que es una obra que fue pintada al mismo tiempo que se pintaba 'La Gioconda' del Louvre", explica Quintana.